Estas salinas fueron declaradas Bien de interés Cultural (BIC) en 1992, con categoría de monumento.
Nos las encontramos por casualidad a pocos kilómetros de Sigüenza. Son de esos lugares en los que si no vas pendiente del paisaje, pasan desapercibidos. Y menos mal que las vimos.
En Guadalajara, las salinas mas importantes se agrupan en dos zonas, la de río salado (o de Atienza), cuyas aguas desembocan en el Henares, y la zona de los ríos afluentes del Alto Tajo que se subdividen en el Señoría de Molina y la zona del ducado de Medinaceli.
En la comarca de Atienza hay doce salinas catalogadas pero, las salinas históricas y mas relevantes son las de Imón y las de Olmeda.
Las salinas que vimos se sitúan cerca de la localidad de Imón, en el límite de Guadalajara con Soria en el Valle de los ríos Salado. Llegaron a ser una de las salinas más importantes de España, alargándose su uso hasta el año 1996.
Su construcción, se remontan al siglo X y se encontraban bajo la tutela de los reyes de Castilla. Tuvieron su momento de apogeo durante los siglos XI y XIII, cuando se vieron vinculadas al obispado de Sigüenza y a la construcción de la catedral de Santa María.
Carlos V encargo la modernización de estas salinas, y sus instalaciones y así mejorar su explotacion.
Finalmente, en el siglo XIX se vendieron a una empresa privada que crea la Sociedad de Salinas y la Olmedo.
Pero, ¿como funcionaban las salinas?
Imagen: Pablo Font
El agua salada, se extraía de los pozos (de 5 a 10 m de profundidad) y por medio de unas norias, se transporta por un sistemas de caminos, acequias y desaghües hasta llegar a cada zona o “partidos”. Cada partido tenía su propia noria que repartía el agua por los distintos estanques (de 2 m de profundidad) conectados entre si, llamados “recocederos”.
El exceso de agua se retenía en otro partido más grande y de más profundidad, hasta poder ser repartida por los distintos recocederos.
Continuando con el proceso, el agua salada pasaba a los calentadores para acelerar el proceso de concentración de sal, y de ahí, a las balsas de cristalización o albercas (de 10 a 15 cm de profundidad).
Cada cierto tiempo, se movía la sal para que no se pegase al suelo y, se iba amontonando en el borde de los estanques. Para ello, los trabajadores de la sal se pasaban horas con los pies sumergidos en el agua, con o sin botas, lo que suponía que el daño podía ser considerable (ni que decir si se hacían alguna herida).
Cuando la sal era visible, se procedía a su recogida y a su almacenamiento.
Lo hacían recogiendo la sal con palas de los caballones (pequeños surcos) y la transportaban con las mulas, pasando por caminos empedrados. Si la salina era más grande, la sal se transportaba a través de unas vagonetas metálicas que circulaban sobre raíles.
Llegaban al almacén y almacenaban toda la sal creando “pequeñas montañas” para después, distribuirla por toda la península.
Recuperación de las Salinas de Imón
Hace unos años, se hablo de una posible recuperación de las salinas. La empresa propietaria de las salinas, estaba dispuesta a invertir en las restauración y explotación de las instalaciones.
Como comentábamos anteriormente, el norte de Guadalajara es rica en salinas, y solo en la comarca del río Salado se llegó a proporcionar más del 10 % del consumo de sal de la península.
Esta decisión es importante, ya que, se podría reimpulsar la actividad económica de la comarca, y para los vecinos de la localidad de Imón frente a la actual preocupación de abandono y deterioro de las salinas.
Sin saber nada de las salinas de Imón, nos encontramos con ellas y ahora, con más información sobre las mismas, podemos decir que, a día de hoy, las salinas siguen abandonadas ya que no hay ninguna señalización que indique que están en ese lugar.
A no ser que alguien se haya informado sobre su localización, pocas personas se percatan de su existencia.
Donde Finaliza el Norte 